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lunes, 23 de abril de 2012

Varones por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito

Penalizar el aborto no es defender la vida, es multiplicar las muertes.

El debate sobre la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo está atravesado por posiciones políticas, ideológicas, religiosas, éticas, y también, por los intereses económicos de las corporaciones médicas y farmacéuticas. El negocio alrededor de la criminalización del aborto supone millonarias ganancias para algunos pocos, y cientos de miles de mujeres que mueren en el camino, en su gran mayoría, por no poder pagar la suma de dinero que supone  “el derecho a decidir”.
Hay muchos discursos de verdad sobre éstos temas, pero hay una realidad inapelable; las mujeres abortan, por variedad de motivos y circunstancias, y la criminalización del aborto, nunca fue una medida eficaz para evitarlo. Si una mujer decide no llevar a término un embarazo, va a recurrir a los medios que tenga a su alcance para interrumpirlo.
Son sobrados los casos y estudios dónde se demuestra que la legalización del aborto no supone un aumento de las interrupciones de embarazos, aunque sí produce una reducción drástica de las muertes de mujeres. Los sectores anti-derechos (autoproclamados pro-vida) lo saben, y no les importa. Su política no se trata de defender la vida de nadie, sino de mantener el estatuto represivo de la sexualidad, heterosexual y con fines reproductivos, y enseñar así al resto de las mujeres (y varones) que su esencia natural es ser esposas- madres, y que desafiar ese mandato supone la estigmatización, y posiblemente la muerte.
 La clandestinidad del aborto, aún para aquellas mujeres que pueden hacerlo de forma segura, las somete a todas por igual a una política que las infantiliza, negándoles la autonomía y soberanía que todo sujeto debe ejercer en tanto derecho humano incuestionable.

Del por qué los varones debemos involucrarnos en ésta lucha.
Los varones, no sólo debemos apoyar la lucha por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito como acto de solidaridad con el movimiento de mujeres. Esta reivindicación es imperiosa para las mujeres por infinidad de motivos que han sabido instalar públicamente tras décadas de lucha.
Pero el debate sobre la despenalización del aborto, también puede ser estratégico para los varones si logramos ver en el mismo una punta desde dónde reflexionar críticamente sobre nuestro rol en la sociedad patriarcal, realizando un profundo cuestionamiento de nuestra masculinidad hegemónica.
En primer lugar, el acceso al aborto es una cuestión de derechos, y la distribución de derechos es una cuestión de poder. Entonces deberíamos preguntarnos, quiénes ejercemos el poder sobre las mujeres, negándoles la soberanía sobre sus cuerpos, entre tantas otras cosas. Este poder es el que el feminismo ha sabido denunciar, y del que los varones nos debemos hacer cargo.
El aprendizaje de la masculinidad en el sistema patriarcal se basa en la internalización de una idea de superioridad que se plasma en relaciones asimétricas de poder, ejercidas por nosotros, sobre otras y otros.
De todo el repertorio de prácticas desiguales que desplegamos en nuestras vidas, las prácticas sexuales masculinas  influyen considerablemente en la negación de la  igualdad entre los géneros. La vivencia de la sexualidad masculina como fuente de poder, competitiva y reducida a la genitalidad, se combina con una gran irresponsabilidad que se plasma en la creencia de que el cuidado corresponde al universo de las mujeres., y la idea de que las consecuencias de no cuidarse no afectan el cuerpo de los varones. Esta omnipotencia se traduce en prácticas de riesgo, y también de violencia.
La desigualdad de poder entre mujeres y varones, también es un condicionante de gran relevancia a la hora de que las mujeres puedan elegir cuidarse, por lo que no es sólo con información y acceso a los métodos anticonceptivos que se previene un embarazo no deseado, sino también fortaleciendo la autonomía de las mujeres, y desnaturalizando aquellas prácticas que nos ubican a los varones en un lugar de superioridad.
Por otro lado, y más allá (y más acá) de nuestras prácticas sexuales, el involucramiento de los varones en ésta agenda supone un proceso poco visible pero de profunda incidencia en nuestras vidas. La empatía con una lucha de la que históricamente estuvimos al margen, habilitaría la posibilidad de deconstruir el egocentrismo y la indiferencia ante el dolor de nuestras pares.
Los novios, maridos y amantes que no se hacen cargo de las consecuencias de sus actos, los que abusan sexualmente de mujeres y niñas, los que prostituyen, los que maltratan a las mujeres en los servicios de salud, los que niegan el aborto en hospitales públicos y los practican en sus clínicas privadas, los que judicializan y criminalizan a las mujeres que deciden no ser madres, los que les gritan asesinas mientras sostienen sus rosarios, todos ellos, en la mayoría de los casos, son varones.
Las circunstancias ameritan que demostremos en la práctica que ser un macho hegemónico tampoco es destino inexorable para los varones, y que así como las mujeres no nacen sino que se hacen, nosotros tampoco portamos en esencia el rol de carceleros de la historia.
Por todo esto, los varones  nos manifestamos a favor del derecho al aborto legal, seguro y gratuito, y en contra de todo tipo de violencia hacia las mujeres.